¿Te ha dolido alguna zona del cuerpo en el último año? Si tu respuesta es “sí”, te encuentras dentro del 86% de la población mundial. Los estudios y la experiencia cotidiana nos muestran que el dolor está presente en nuestras vidas de una forma u otra. Por ello, las consultas médicas más frecuentes son las relacionadas con la analgesia (eliminación del dolor).
Estar doloridos nos ocasiona molestias e incluso sufrimiento, pero es un mecanismo evolutivo que nos asegura la supervivencia y nos evita daños mayores. Si apoyamos nuestra mano en una superficie demasiado caliente, el dolor nos hace retirarla inmediatamente. El dolor nos avisa también cuándo le pasa algo a algún tejido interno: úlcera, apendicitis, etc.
Cuando ya nos hemos dado por avisados y hemos adoptado las medidas oportunas, sería conveniente poder apaciguar el dolor, ya que pierde su utilidad. Vamos a explicar, a continuación, de qué manera conseguimos hoy en día mitigarlo o incluso anularlo a través de la analgesia. Y recuerda que puedes ampliar tus conocimientos en el área de la salud y el bienestar a través de nuestro máster online en quirófano. ¡Síguenos!
Índice de contenidos
¿Qué es la analgesia?
La analgesia se define como la pérdida de la sensación de dolor (o su atenuación) sin que los demás sentidos se vean afectados. Para entender cómo se puede lograr, es imprescindible comprender qué es el dolor y cuáles son los mecanismos que lo provocan.
Por tanto, ¿qué es el dolor? Se trata de una sensación desagradable que nos causa una molestia o sufrimiento físico en alguna parte de nuestro cuerpo. Repartidas por nuestro organismo, existen unas células que detectan el dolor, llamadas “nociceptores”. Estas células convierten la información que reciben sobre el daño en señales que se transmitirán a través de la médula espinal hasta llegar al cerebro.
Pero el dolor no solo es una respuesta fisiológica, sino que también depende de factores psicológicos y sociales. Se ha demostrado que es el cerebro el que crea la sensación, ya que se encarga de interpretar las señales que recibe.
El dolor es una experiencia subjetiva. Su umbral e intensidad ante un mismo daño cambia según las personas y sus circunstancias. Es más, anticiparlo o temerlo puede hacernos sentirlo antes de tiempo. Curioso, ¿verdad? Es por eso que hay quienes se quejan antes de que el agua oxigenada toque su herida.
Podemos usar la analgesia y la anestesia para eliminar el dolor, pero no son lo mismo. Veamos en qué se diferencian.
Diferencia entre analgesia y anestesia
Como hemos comentado, mediante analgesia se calma el dolor, aunque no se pierde sensibilidad en la zona dolorida. La anestesia también elimina la sensación de dolor, lo cual implica una pérdida temporal de la sensibilidad en algún punto del cuerpo. Es a lo que llamamos coloquialmente “dormir” una zona. Si la anestesia es general, afectará a todo el organismo y ocasionará una pérdida de conciencia.
Tipos de analgesia
El tipo de tratamiento analgésico dependerá fundamentalmente de la causa del dolor, su descripción y de las condiciones en que se encuentra la persona que lo sufre.
Se puede distinguir entre tratamiento no farmacológico (no conlleva la administración de medicamentos) y tratamiento farmacológico. También se puede dar una combinación de ambos. Veámoslo.
Tratamiento no farmacológico
Se incluyen una serie de medidas como son, por ejemplo, la aplicación de calor o frío en la zona dañada, masajes, estilo de vida saludables (nutrición y actividad física), acupuntura, ultrasonidos y técnicas de relajación, entre otras. Las técnicas de distracción que hacen disminuir la respuesta emocional ante el dolor se usan sobre todo con niños.
Tratamiento farmacológico
Teniendo como base la llamada “escalera analgésica”, establecida por la OMS, se pueden distinguir tres tipos de analgésicos, según su efecto en la ruta de transmisión del dolor y que se aplican según la intensidad de este.
- Primer escalón: analgésicos no opioides, como son los antiinflamatorios no esteroideos (AINES) y antipiréticos. Ejemplos: la aspirina y el ibuprofeno. Se aplican cuando el dolor es leve, es decir, permite continuar haciendo las actividades del día a día.
- Segundo escalón: opioides débiles o intermedios, como es el tramadol y la codeína. Se aplican cuando el dolor es moderado, es decir, cuando dificulta al paciente realizar las actividades habituales.
- Tercer escalón: opioides potentes o mayores, como la morfina y la oxicodona. Se aplican cuando el dolor es agudo. Este dolor además de impedir hacer las actividades cotidianas no permite el descanso.
Según el caso, se pueden compaginar los fármacos de los distintos escalones y añadir al tratamiento los llamados “coadyuvantes”. Estos medicamentos no son analgésicos propiamente dichos, pero, en determinadas circunstancias, pueden actuar como tales. Como ejemplo, tenemos los corticoesteroides y los antidepresivos.
Los fármacos no opioides, en general, actúan inhibiendo la detección del dolor por parte de los nociceptores. Los opioides actúan mitigando la señal que viaja hacia el cerebro e impulsando la liberación de sustancias que controlan las emociones (como la dopamina) y disminuyen los efectos del dolor.
¿Cómo se administran los analgésicos?
Existe una gran variedad de procedimientos para que un paciente pueda recibir la medicación analgésica que necesita. Aunque pueden ajustarse a las condiciones en las que se encuentra dicho paciente, las vías de administración de analgésicos más comunes son:
- Vía oral: pastillas, líquidos o aerosoles, para que el medicamento pueda ser tragado o absorbido a través de las mucosas bucales.
- Parches: se pegan en la piel y originan una liberación lenta y constante del fármaco.
- Supositorios: introducidos a través del recto, serán absorbidos por el intestino.
- Inyecciones: subcutáneas, intramusculares, intravenosas, intratecales y epidurales.
- Bombas computarizadas: cuando el paciente pulsa un botón se autoadministra una dosis del medicamento.
Como hemos visto, hoy en día podemos recurrir a ciertas técnicas, procedimientos y/o fármacos que nos alivian el dolor. Aun así, la batalla contra el dolor sigue siendo objeto de investigación para conseguir métodos cada vez más eficientes y seguros.
Estudiar el Máster en Quirófano de Inenka
¿Te has quedado con ganas de saber más? Con el máster en quirófano de Inenka podrás ampliar tus conocimientos sobre analgesia y anestesia. Además, adquirirás conocimientos fundamentales en:
- Quirófano: preparación, tipos de operaciones, función del personal, etc.
- Atención al paciente quirúrgico: preoperatoria y postoperatoria, posibles complicaciones.
- Procedimientos de monitorización del paciente.
- Preparación y mantenimiento del material operatorio: limpieza desinfección y esterilización.
- Materiales y técnicas de sutura.
- Instrumental quirúrgico.
- Prevención de riesgos laborales en sanidad.
No dudes en solicitar más información y empezar tu experiencia formativa en Inenka Business School. Te esperamos.